La otra cara del dato del paro

¿Quién puede no alegrarse de una rebaja del paro de 225.000 personas? ¿Quién puede no celebrar un dato amable en medio de un panorama político desolador? Entiendo que solamente alguno de esos miles de políticos que deambulan por nuestra gigantesca burocracia esperando a que el partido contrario caiga para ser ellos quienes se suban al coche oficial. Pero que celebremos una rebaja del paro no puede suponer la erradicación del análisis. No puede implicar el paso al comentario autocomplaciente. Porque si lo hacemos, permitiremos el predominio de esos mismos analistas que aseguraban en 2008 que España saldría antes que nadie de la crisis. Aquellos que favorecieron la miopía política frente a las alertas económicas y que permitieron llegar al tétrico lugar en el que estamos ahora.

Pues bien, dicho esto, y auto apeado del concurso de pelotas al que hoy asistimos, permítanme que recuerde algunos datos sobre el paro que merecen la consideración de cualquiera que busque la mejora de España. Nuestro país tiene una población de 46,7 millones de habitantes. De ellos, 38,2 millones tienen más de 16 años. Y, de ese colectivo, sólo 22,7 millones forman parte de lo que se conoce como población activa. Una población que sigue descendiendo –sólo en la última Encuesta de Población Activa (EPA) en 76.000 personas– y que ha ido acompañada de una reducción de nada menos que 633.000 personas en el número de ocupados en el último año.

¿Qué significa esto? Como destaca la oficina europea Eurostat, mientras el 82% de los suizos, el 77,2% de los holandeses o el 75,6% de los austriacos en edad de trabajar lo está haciendo, en España ese porcentaje se reduce al 59,3%, 10 puntos menos que en 2007 y tan sólo rebasado en esta desastrosa marca por Grecia: 55,3%. ¿Y qué supone esto a su vez? Pues que nuestras pensiones, sanidad y educación son impagables cuando son tan pocos los que pagan. Porque el traslado de estas cifras al número de trabajadores supone que los servicios de casi 47 millones de personas son costeados por 16,7 millones de ocupados totales, de los que sólo 13,9 millones son trabajadores del sector privado –los que pagan con su actividad su sueldo, más el de los empleados públicos–.

Esta es la realidad. Una realidad necesitada de más reformas, de recortes del gasto público, de reducciones del aparato político administrativo y de rebajas de impuestos. ¿Optimista o pesimista? Me da lo mismo. Es la realidad.